_
_
_
_
_

Clivia, la planta prima de los ajos que florece tanto en el salón como en la terraza (si le das vacaciones)

Esta lustrosa y decorativa amarilidácea de origen sudafricano aguanta todas las temperaturas, aunque prefiere el sol indirecto, y para que luzca en todo su esplendor hay que dejar de regarla en otoño

Clivia
Una flor de clivia amarilla plantada en un jardín.Wirestock (Getty Images/iStockphoto)
Eduardo Barba

Una de las alegrías que puede tener una persona jardinera es la de cuidar de una planta indestructible. Una especie que aguanta condiciones difíciles de soportar por otros vegetales y que, a pesar de ello, resiste, crece e incluso florece llegado el caso. La clivia (Clivia miniata) entra en esta categoría. Se trata de una planta sudafricana, por lo que por su origen ya da alguna pista de las condiciones de cultivo. En su región crece bajo los árboles, y en zonas de grandes arbustivas siempre a la sombra de otros vegetales. Es prima de los ajos (Allium spp.) y de los agapantos (Agapanthus spp.), con los que comparte una anatomía pareja. Esta familia, la de las amarilidáceas, es una orgía de colores y de formas para el jardín y la casa. Además, dentro de sus innumerables géneros contamos con especies para todos los gustos y para cualquier emplazamiento que a uno se le ocurra.

Las grandes hojas acintadas, carnosas y verde oscuro de la clivia son realmente lustrosas y muy decorativas. Incluso los viveristas potencian este rasgo, generando nuevos híbridos con hojas más anchas o con variegados que la hacen aún más atractiva. Si se colocan junto a plantas con hojas verde claro y más anchas, las clivias causan un contraste precioso, que también se puede favorecer con helechos creciendo cerca de ellas. Estos últimos, al igual que la protagonista de este artículo, son amantes de las zonas sin sol directo, en general. Si así fuera y cuenta con rayos del sol, es conveniente que sean los más dulces de la mañana. De lo contrario, puede que sus hojas en forma de abanico amarilleen o que incluso se quemen.

Esta planta popular se extendió como la pólvora por toda Europa cuando se describió e introdujo allí en la segunda década del siglo XIX. Y, aunque ya no se comercialice tanto como antes, no es raro encontrarla en viveros y floristerías. Sus flores son otra de las razones de esa popularidad. La clásica clivia tiene unas inflorescencias anaranjadas y erguidas con la garganta más clara, si bien han surgido multitud de cultivares con colores, desde los amarillentos hasta los rojizos más intensos. Tanto en este último caso como en las variedades anaranjadas, los estambres amarillos contribuyen a la belleza de sus tonos. De su potente tallo floral emergerán hasta una veintena de estas campanas coloridas.

Una hermosa clivia con flores y frutos en un garaje en el barrio madrileño de Chueca.
Una hermosa clivia con flores y frutos en un garaje en el barrio madrileño de Chueca.eduardo barba

Para conseguir que florezca hay que respetar una condición: dejarla descansar y darle vacaciones. De esta forma, estimulará su floración primaveral. Este periodo de descanso comienza a partir de mediados o finales del otoño, cuando bajan las temperaturas nocturnas. Entonces, dejaremos a la clivia en un lugar en el que esté a entre 8 y 15 grados centígrados. Esto lleva aparejado la gradual disminución del riego —a menor temperatura, menor necesidad de agua—, hasta prácticamente dejar secar por completo el sustrato entre esos riegos, y así hasta que aparezca el tallo floral al comienzo de la primavera. Es entonces cuando pasamos a regarla a gusto, humedeciendo bien todas sus raíces para favorecer un buen desarrollo de la flor. Eso sí, entonces es importante que el sustrato no permanezca encharcado. Si no respetamos este mencionado descanso, y colocamos la planta en un lugar cálido durante el invierno, es probable que no florezca.

Mientras la clivia esté activa, en floración y brotación de hojas, es fundamental abonarla bien, siempre y cuando sea un abono orgánico bajo en nitrógeno. Si cuenta con demasiada cantidad de este componente producirá muchas hojas y poca o ninguna flor. Los abonos para cactus y otras plantas crasas suelen dar buenos resultados y no es necesario preocuparse por el tamaño de la maceta en donde crece, ya que si sus raíces están un poco prietas se favorece su floración.

Clivias al atardecer en el invernadero de Graells del Real Jardín Botánico de Madrid.
Clivias al atardecer en el invernadero de Graells del Real Jardín Botánico de Madrid.Yolanda Fernández

Cuando veamos que sus gruesas raíces empiezan a asomar por todos lados, casi como si la clivia se quisiera ir a dar un paseo, será el momento de trasplantarla a un tiesto mayor. Es el momento en el que se puede aprovechar para separar algunas de sus hijas, tanto para aumentar la colección como para regalarlas. También se puede reproducir de semilla, aunque muchas personas prefieren cortarle los frutos para que la clivia no se desgaste en exceso y vuelva a florecer bien al año siguiente. En el caso de sembrarla, en cambio, hay que tener en cuenta que tardará unos tres o cuatro años en montar sus primeras flores. Todo es bello en esta especie muy longeva, con la que podemos compartir momentos tanto en nuestro salón como en la terraza o el jardín.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Eduardo Barba
Es jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. Ha escrito varios libros, así como artículos en catálogos para instituciones como el Museo del Prado. También habla de jardinería en su sección 'Meterse en un jardín' de la Cadena SER.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_